Tengo muchas cicatrices.
Algunas se pueden ver en mis hombros,
en mi espalda,
cicatrices con forma de lágrima.
Y es que tarde o temprano todo llanto reprimido sale a la superficie…
No me considero una víctima,
Soy una mujer fuerte y poderosa
pero a veces también soy vulnerable.
A veces muestro las cicatrices.
Tócame aquí _me dijo. _ Ven, no tengas miedo, toca aquí que está duro.
Y yo toqué su entrepierna.
Fue solo un instante pero aquello se grabó.
Yo tenía solo cinco años pero aquello se grabó.
Era un familiar cercano, una persona de confianza. Yo le creí. Aquella vez le creí.
Pasaron los años. Crecí.
Sus miradas y palabras inapropiadas siguieron repartiéndose, muy disimuladamente eso sí. Sus ganas de acercarse, de invadir y tocar me persiguieron hasta los 12 años.
Y conté mi verdad y allí la historia terminó. Al menos el acoso.
Pero la herida siguió abierta, supurando.
No importa que no hubiera violación,
La cicatriz se formó.
Porque si digo no, es no.
Pero si soy tan pequeña, tan inocente que no puedo defenderme.
Entonces no necesito decir nada.
“Que la culpa no era mía, ni donde estaba ni como vestía”.
*A todas las personas que han sufrido abusos en su infancia*
